Todo en esta vida tiene
un valor, una unidad de importancia que cada uno de nosotros añadimos a las
cosas, a las palabras, situaciones, objetos y a todo o a todos los que nos
rodean. Actualmente vivimos en una sociedad en la que el valor de las cosas
cada día tiene menos importancia, en la que las personas están infravaloradas.
Las palabras pierden todo sentimiento al llegar al oyente porque este no lo
sabe valorar, no comprende o no quiere hacerlo por miedo o agobio. Hoy en día
las personas camuflan lo que sienten, regalan sonrisas y marcan las miradas
fijamente. Seleccionan los momentos con fechas y dejan las historias sin final,
las abandonan como si nada hubiese ocurrido. Olvidan lo que sienten antes de
que les de tiempo a saberlo. Importa más el número que la intensidad de las
relaciones. Se dice “te quiero” como quien dice “hola”. Los besos se regalan y
los calentones a cualquier hora del día son rutina. Cuando hay problemas es más
fácil tirar la toalla que arreglar la situación. Pocos piensan en las
consecuencias de sus actos y se promete más de lo que se cumple. Las personas
cambian, las sociedades y la manera de ver la vida también, en algunos aspectos
a mejor y, en cambio, en otros hemos perdido mucho. Siempre hay excepciones, no
quiero decir que todas las personas de este mundo sigan ese patrón al pie de la
letra; pero gran parte de nosotros no podemos negar que hemos regalado sonrisas
a quienes no se lo merecían, que hayamos dicho “te quiero” sin realmente
saberlo, que hayamos abandonado historias y dejado atrás todo lo ocurrido o que
hayamos prometido algo que sabes que nunca podrás cumplir. Algún día nos
daremos cuenta de que es mejor decirlo pero si de verdad lo piensas, sonreír si
de verdad sientes esa alegría, arreglarlo y no olvidarlo ni dejarlos escapar, prometer
lo que de verdad puedas alcanzar y reconocer que querer a alguien no es una
obligación ni una necesidad sino un sentimiento que nace en ti sin que te des
cuenta.
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