Es una pena que hoy en día lo extraño sea tener una relación más
allá de un par de besos y alguna que otra conversación. Ya nadie se toma el
tiempo en enamorar; las conversaciones se han convertido en textos, los
argumentos en llamadas y los sentimientos en indirectas. La inseguridad se a vuelto una forma de pensar, los celos en hábito, engañar en accidente y ser lastimado en algo natural. Nos encantan las
mentiras que están llenas de verdad. Es muy triste que se tenga miedo a querer,
miedo a sufrir por las decepciones. Perder la ilusión por una sociedad que se
llena de falsedad y de miedo a decir lo que se siente por no ser correspondido.
Lo que esta sociedad necesita es hombres con más valor, que demuestren que
merecen la pena; y no niñatos con flequillos y bandas de pop. Que muestren que
lo que sienten es real, que sean capaces de sentir: de querer, de odiar, de
amar, de desear. Hombres, no prototipos ni personas que intenta aparentar lo
que no son. Una persona enamora cuando realmente se muestra con sus defectos y
virtudes. Una relación debería definirse con buenos momentos, días únicos e
inolvidables, sorpresas y decisiones espontáneas que desencadenan situaciones
inesperadas e historias para recordar. Debería primar la alegría y los motivos
por los que luchar, no las decepciones y los motivos por los que abandonar.
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