El
problema es que no me va a salir bien. Me dices que dónde están las caricias y
los romanticismos, que porqué solo hablo de sexo y de brusquedades, que porque
me pierdo en callejones de pornografía en lugar de volver al azúcar de los te
echo de menos, en lugar de acolchar con suavidad tu nombre.
Tengo
mi lado más tierno oculto en la retaguardia, como en segunda fila de
trincheras, agazapado y oculto tras este instinto animal de cogerte y agarrarte
con fuerza, de perder el control y enamorarme de tus manos cuando siento que me
tocan y mientras el tiempo que no nos hemos tenido se marcha con violencia en
tus suspiros.
Me
he vuelto desinteresadamente sombría, he perdido el ánimo y las gracias. No
puedo domesticar el lado salvaje de las palabras porque sería como tocarte con
guantes, como escribir a lápiz o como batear con un palo; la mitad de la mitad,
y la única apuesta que hicimos era un todo o nada, sin cláusula de armisticio.
Así
que seguiré como los diamantes, en bruto, hasta que vengas a quitarme esta
triste ansiedad y poses tu risita de “te como”. Volvamos a compartir tu cama,
la juerga y el humo. Hasta que el sudor hirviendo limpie la suciedad de mis
pensamientos; así podremos volver a decir que el mundo es eso que da vueltas
sin nosotros pues estaremos reviviendo nuestros días.
Entonces sí, hablaré con
honestidad del sabor de la magia cada vez que me besas, de cómo el invierno se
funde de miedo a tus pasos y de que no existe la libertad si no estoy cerca de
ti.
Pero
hasta entonces, cariño, piensa mal y acertarás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario