“El agua caía lentamente sobre nuestros cuerpos desnudos. Sintiendo cada
beso, esos besos que comenzaban suaves pero aumentaban dejando bien claro
nuestro deseo. Recuerdo tus manos, que bien sabían cómo y dónde acariciar, como
hacer que mi cuerpo ardiera en llamas. Esas manos que recorrían cada centímetro
de mi cuerpo, que iban y venían, subían y bajaban. Recorrían mi cara, pasaban
por mi cuello, mis hombros, mi pecho y se estacionaban unos instantes en mi cintura.”
Aún recuerdo esos días y, por suerte o por desgracia, nos los voy a olvidar.
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