Está
fatal, está realmente loco, de la olla como dirían otros. Es difícil de
entender e imposible de parar. Es una dosis de adrenalina, nunca le faltan las
ganas de correr o las de hacer el indio. Tiene sueños que nadie se imagina y es
capaz de ver en lo más pequeño e insignificante la cosa más grande y con más
valor. Da la importancia justa a las cosas, ni más ni menos, pero eso no quiere
decir que no las piense demasiado. Es sin duda lo que necesitaban mis días. Por
muy contrarios que seamos, nos comprendemos bastante bien. Reconozco que a veces me saca de quicio y otras consigue
desesperarme. Pero no le cambiaría ni por todo el oro del mundo. Y él es, sin
haberme dado cuenta, quién me a echo olvidar que un día prometí no volverme a
enamorar (que poco me gusta esa palabra). A día de hoy me planteo secuestrarle
con tal de poder escapar del tiempo y hacer los días nuestros. No es que hoy
sea ningún día en especial, hoy esto lo digo porque lo siento, no porque sea un
día concreto del mes. La verdad, es algo
que no echamos de menos; no hay día exacto, ni mes casi, hemos perdido la
cuenta pero seguimos sumando.
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