Ahora mismo comenzaría
a soltar un montón de palabras que no te iban a gustar, desde gilipollas o carbón
hasta hipócrita. Parece mentira que cuando crees estar mejor que nunca con una persona,
esa persona de media vuelta y comience a mirar a otro lado, como si no os
conocierais, como si no hubierais pasado juntos ni diez minutos; cuando en
realidad habéis pasado mucho más que diez minutos, mucho más que un día, que un
año. Es como si se le hubiesen olvidado aquellos días que pasamos juntos en su
casa, en el local o en cualquier bar tomado una cerveza. Su especialidad es
cambiar de opinión, igual que mentirme o ignorarme. Se le da muy bien marear la
perdiz y su juego favorito es el come-cocos. Él tiene la habilidad de jugar
conmigo, de decidir si estoy cabreada, alegre o deprimida. Y lo que más me
molesta es que en esta situación la más gilipollas soy yo; porque mi mayor
pérdida de tiempo es pensar en ti y no sé cómo lo hago pero cada vez pierdo más
el tiempo. En estos momentos te odio, me odio y desearía no haber hablado
contigo últimamente.
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