“Hoy va ha ser un gran día”, con esa
mentalidad salió ayer ella de casa. Llevaba uno de sus tantos vestidos, con un cinturón
que la realzara la figura. Sus tacones nuevos, rojos, rojo pasión, como sus
labios. Un bonito bolso recto también rojo, en el que parecía que no cabía todo
lo que realmente llevaba. No se la olvidaba nada y mucho menos las ganas de
comerse el mundo. La felicidad que ella tenía era incomparable. Lo pasó bien,
no faltó la ilusión ni los recuerdos que la hacían sonreír. En el fondo fue un
día muy normal, pero ella no tenía ganas de llorar ni de preocuparse por
bobadas así que decidió que esa noche iba a ser memorable. Llegó a casa, se paró
a pensar el las horas que había estado fuera, en lo que había hecho y en lo que
la faltó por hacer. Lo que había hecho estuvo muy bien y hacía que apareciese
en su cara una gran sonrisa; lo que la faltó por hacer o lo que la hubiera
gustado que hubiese pasado hacia que la sonrisa desapareciera pero por otra
parte pensaba “quedan mucho más sábados por delante, si no ha sido este fin de
semana será otro, no voy a pensar en lo que no ha ocurrido”. Se metió en la
cama, cerró los ojos y decidió soñar, la sonrisa volvió a aparecer.
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