lunes, 21 de octubre de 2013

Asumo la culpa porque podía haberlo evitado, no porque me arrepienta

Tengo que dar el primer paso, reconocer que todo esto empezó por mi culpa. Por dejarme llevar, por no saber manejarme; por no echar el freno a tiempo. Por no saber decir "no". Siempre creí que tenía el poder necesario para decidir por mí misma. Quise jugar a manejar todo, quise sentirme superior. Quise pretender que podía dominar mi mundo dándole a cada asunto su lugar. No. No pude. La ola me inundó, mi cerebro se fugó. Y en situaciones así, ¿quién reacciona con un mínimo de cordura? En realidad no importa. El error estuvo en creer que podía salir inmune. Siempre tengo la sensación de que no me pueden tocar, no me pueden dañar. Manejaba marionetas invisibles, pero sin razonar que también fui una marioneta manejada por otro. Estaba inmersa en un círculo vicioso, del cual no podía salir. Los días seguían su curso, obviamente; pero yo estaba estancada. Daba igual si era lunes o jueves, si eran las cuatro de la mañana o las seis de la tarde. Tenía la mirada nublada, la boca cansada, las manos tristes. Mi moral no tenía perdón, no tenía razón; merecía ser tirada en la primera esquina que apareciera, como una triste colilla de un cigarro acabado. El mundo seguía exactamente igual. Amanecía, había sol; anochecía, salía la luna. No había cambiado absolutamente nada. Por eso entendí que tenía que tomar una decisión para cambiar la manera de ver los días. Empecé aclarando que no sé decir "no", o no sabía. Aprendí, como se aprende todo en la vida; fingiendo fortaleza, demostrando altura aunque muriera por dentro. Siempre se pretende liberarse de todo pensamiento, actuar acorde a un instinto salvaje; fomentar la locura. Pero uno no puede dejar salir su monstruo interno cuando tiene un pasado que lo condena. Uno no puede darse el lujo de generar asociaciones en las mentes que no tienen otro tema del que hablar.


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